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Poemas de Jorge Gaitán Durán

  • Foto del escritor: Editorial Cosmogonía
    Editorial Cosmogonía
  • 19 ago 2024
  • 8 Min. de lectura

En nuestra lectura recomendada de hoy, algunos poemas del poeta santandereano Jorge Gaitán Durán, seleccionados a partir de la recopilación hecha por Pedro Gómez Valderrama para el Instituto Colombiano de Cultura en 1975.


De Insistencia en la tristeza (1946)


Canto XII

Atónito en la niebla sin fondo del olvido.

Abismado en el fuego eternal de la noche.

Envuelto en la encendida plenitud de los siglos

como la imagen pávida de un espejo sin bordes.

Ceñido por la oscura soledad de la vida

y su luz circundante de anillos lacerados.

Absorto en la angustiada claridad de los mares

donde elevó la muerte banderas de naufragio.

Clavando en lo más hondo el rencor de tu ausencia

bajo un inmenso cielo de berilos agudos.

Sepultado en la insomne nostalgia de tu cuerpo

como el perfil de un mástil al lado del crepúsculo:

Retorno a tu dolor de agobiados luceros,

mujer hecha en la muerte de poderoso llanto,

y restauro la herida llama de tu existencia

con mi voz desolada de varón solitario.



De Presencia del hombre (1947)


II

Los muertos son la vida. Desde el mármol desnudo

están poblando el mundo con sus voces profundas.

Raíces de la sombra, legión de solitarios,

renace de la tierra su gestación nocturna.

Los hombres se dispersan en el limo yacente,

acaba la belleza pero la vida dura.

Desde el montón de polvo que los vientos asolan

los héroes se levantan sobre sus propias tumbas.

Un círculo perenne va del barro hacia el hombre

como el rudo estiércol a la divina música.

Los muertos son cadenas de dolor soterrado,

brillantes como lámparas en las criptas oscuras.

Cadenas enlazadas al comienzo del mundo

desde el hondo desvelo de la primera angustia.

Su savia poderosa corriendo por los siglos

se torna limpio tallo de remota dulzura,

tierna germinación de cosechas eternas,

fiel semilla del hombre arrojada a las dunas.

Su esparcida materia recoge en duros cántaros

la forma misteriosa de la gleba futura,

y la existencia crece en su llama escondida

con un terreno hálito de mortal hermosura.



De Asombro (1949)


(Desde antes de nacer ya mi asombro venía

creciendo por los siglos; frente a los calurosos

desnudos de la Tierra con sus higos repletos

de zumo y marchitez; frente al mundo palpable,

secreto y mutilado por las caducidades.

Confusa y ciegamente se buscaba un poder

sepultado y sin cambio, donde las hojas muertas

de estaciones y árboles fueran siempre cogollo

verde y embriagador.

Las doradas escamas

de la piña y el ancho navío de la aurora

en la mirada absorta, morían bajo el cierzo

frío y dominador de las noches perdidas

y la bella pasión era un puñado puro

de polen arrojado al viento de los días...

Siempre ha vivido el hombre frente a su propia angustia,

aprendiendo en la oscura destrucción de su cuerpo

ese sueño, ese asombro, nunca en su mano presos)



De China (1952 - 1955)


50

No escojas nunca la pena.

Imita la primavera.


51

La noche que es tu fin

no me cierra la vía,

porque sólo mi mano

puede inventar el día.


52

Quien a la muerte ve

no necesita guía.

Quien imagina, puede

mirar lo que no mira.


53

Con ojos y sin mirada

derecho vas a la nada.


54

Para los ojos imagen

de la muerte a donde vamos,

el horros de estar mirándonos

cuando no nos mira nadie.


55

Pero no lo cerréis.

Abridlos siempre.

Que el mundo quede

y que la luz os pese.


56

Hacina vientos, hermano.

Así el lenguaje robado,

el sublime contrabando.


57

La palabra innecesaria

me borra de tu semblante.

Hablamos con nuestra sombra

porque no nos oye nadie.


58

¡No haya cuartel! El pensamiento puro

resiste si es, como tu mano, duro.


59

No era el fin lo cierto,

ni tampoco la vía.

El poema está muerto,

¿Dónde irás, Poesía?


60

Vase nuestro orgullo al fin.

La muerte es puro servir.



De El laberinto (1953)


Fragmento:


Argumento

¿Quién recuerda los nobles gestos del muerto

y la resonancia de las necrologías?


Bien muerto está, bien enterrado, y satisfecho

para los unos, y para los otros en las capillas

del infierno o en la más vulgar de las matemorfosis:


insecto o totem

o pájaro de carroñas

o roja fruta velluda

o corola de lenocinio

abierta a las simientes extranjeras


Bien olvidado para su mujer y sus herederos, y

para mí apenas un pretexto, la incuria de un día

sin placer.


Bien perdido de él mismo, de su cuerpo tan útil y

hermoso como el de todo hombre entero.

Con ojos

para ver la apoteosis del ciego.

Con lengua

para trabajar la piel de la adúltera.

Con tres manos

sin otra libertad que la pantomima del sordomudo.

Con sexo además.

Con la inmunidad de una gota de semen, desde los

siglos resbalada hasta la astrología del dios

sin memoria.


No hay amistad de la tierra

ni reconocimiento

bajo el astuto viento amarillo.

Sólo queda tu pundonoroso carácter

junto al yelmo enterrado,

sólo el signo honorable

cuando levantas tu pesada mano de soldado

en la cámara de tormento.

No hay sino justicia de hombre

que nunca comunica,

anónimo ciudadano que cumple el fallo,

mientras tus hijos de bellos ojos mongoles

son crucificados por tu propia entereza

entre las blancas piedras del cabildo.


(...)



De Amantes (1958)


Amantes I

Somos como son los que se aman.

Al desnudarnos descubrimos dos monstruosos

desconocidos que se estrechan a tientas,

cicatrices con que el rencoroso deseo

señala a los que sin descanso se aman:

el tedio, la sospecha que invencible nos ata

en su red, como en la falta dos dioses adúlteros.

Enamorados como dos locos,

dos astros sanguinarios, dos dinastías

que hambrientas se disputan un reino,

queremos ser justicia, nos acechamos feroces,

nos engañamos, nos inferimos las viles injurias

con que el cielo afrenta a los que se aman.

Sólo para que mil veces nos incendie

el abrazo que en el mundo son los que se aman

mil veces morimos cada día.



Amantes II

Desnudos afrentamos el cuerpo

como dos ángeles equivocados,

como dos soles rojos en un bosque oscuro,

como dos vampiros al alzarse el día,

labios que buscan la joya del instante entre dos muslos,

boca que busca la boca, estatuas erguidas

que en la piedra inventan el beso

sólo para que un relámpago de sangres juntas

cruce la invencible muerte que nos llama.

De pie como perezosos árboles en el estío,

sentados como dioses ebrios

para que me abrasen en el polvo tus dos astros,

tendidos como guerreros de dos patrias que el alba separa,

en tu cuerpo soy el incendio del ser.



Se juntan desnudos

Dos cuerpos que se juntan desnudos

solos en la ciudad donde habitan los astros

inventan sin reposo el deseo.

No se ven cuando se aman, bellos

o atroces arden como dos mundos

que una vez cada mil años se cruzan en el cielo.

Sólo en la palabra, luna inútil, miramos

cómo nuestros cuerpos son cuando se abrazan,

se penetran, escupen, sangran, rocas que se destrozan,

estrellas enemigas, imperios que se afrentan.

Se acarician efímeros entre mil soles

que se despedazan, se besan hasta el fondo,

saltan como dos delfines blancos en el día,

pasan como un solo incendio por la noche.



Quiero

Quiero vivir los nombres

Que el incendio del mundo ha dado

Al cuerpo que los mortales se disputan:

Roca, joya del ser, memoria, fasto.

Quiero tocar las palabras

Con que en vano intenté hurtarte

Al duelo de cada día,

Estela donde habitaban los dioses,

Hoy lisa, espacio para el gesto imposible

Que en el mármol fije el alma que nos falta.

No quiero morir sin antes

Haberte impuesto como una ciudad entre los hombres,

Quiero que seas ante la muerte

El único poema que se escriba en la tierra.



El infierno

Los hombres ya no viven: como enterradas serpientes

En el otoño, como lunas perezosas en invierno,

En el estío son águilas o tigres, soles sanguinarios

Que arden en el opaco mundo de las cosas,

Guerreros en vigilia como los astros

Para que en inmortales los convierta el cielo mentido.

Nobles o perversos, mas efímeros porque es su obra

Única arrancar un instante al infierno

La misma carne que los delata a los dioses,

Los amantes están solos en la tierra.

Feroces porque el que siempre da recibe injusticia,

Quieren ser como uñas o dientes en el otro,

Como la selva tras la tormenta de verano, quieren

Que nadie vea su debilidad, sino sufra violencia,

Ayuntados como hermosas bestias o en fuga como criminales

La luz los ciega: el hombre no tiene tiempo para reconocerse.

Se abrazan en su miseria hasta encontrar un cuerpo

Impenetrable donde sólo la muerte toca fondo:

Sus bocas están juntas, mas separadas siguen las almas.



De Si mañana despierto (1961)


Si mañana despierto

De súbito respira uno mejor y el aire de la primavera

llega al fondo. Mas sólo ha sido un plazo

que el sufrimiento concede para que digamos la palabra.

He ganado un día, he tenido el tiempo

en mi boca como un vino.

Suelo buscarme

en la ciudad que pasa como un barco de locos por la noche.

Sólo encuentro un rostro: hombre viejo y sin dientes

a quien la dinastía, el poder, la riqueza, el genio,

todo le han dado al cabo, salvo la muerte.

Es un enemigo más temible que Dios,

el sueño que puedo ser si mañana despierto

y sé que vivo.

Mas de súbito el alba

me cae entre las manos como una naranja roja.



Momentos nocturnos

Miré el tiempo y conocí la noche.

Mi mente puso incendios en la nada.

Fueron soles, miríadas, que llenaban

el cielo. Todo era cielo.

Tuve todo, menos dioses en impasible

felicidad. Viví con embeleso

en el radiante concierto de los mundos.

De astro en astro, hasta el infinito

pudieron ojos mortales

medir al fin la pequeñez humana.

De galaxia en galaxia, iba el alma

tras la vista, hacia firmamentos

en donde nada medra ni concluye.

Cantó en el cielo el azul de la noche

y el ruiseñor huyó al umbral del tiempo.

Los cerros llamaron con música de vuelo

a las estrellas. Pasó un ciervo blanco

por el sigilo húmedo del bosque,

y en la sombra despertó tu desnudo.

la tierra fue de nuevo mi deseo.



Sé que estoy vivo en este bello día...

Sé que estoy vivo en este bello día

acostado contigo. Es el verano.

Acaloradas frutas en tu mano

vierten su espeso olor al mediodía.

Antes de aquí tendernos, no existía

este mundo radiante. ¡Nunca en vano

al deseo arrancamos el humano

amor que a las estrellas desafía!

Hacia el azul del mar corro desnudo.

Vuelvo a ti como al sol y en ti me anudo,

nazco en el esplendor de conocerte.

Siento el sudor ligero de la siesta.

Bebemos vino rojo. Esta es la fiesta

en que más recordamos a la muerte.



No pudo la muerte vencerme...

No pudo la muerte vencerme.

Batallé y viví. El cuerpo

infatigable contra el alma,

al blanco vuelo del día.

En las ruinas de Troya escribí:

«Todo es muerte o amor»,

y desde entonces no tuve

descanso. Dije en Roma:

«No hay dioses, sólo tiempo»,

y desde entonces no tuve

redención. Callé en España,

pues la voz de la ira desafiaba

al olvido con mis tuétanos,

mis humores, mi sangre; y

desde entonces no ha cesado

el incendio.

De reposo

le sirva tierra extranjera

al héroe. Cante fresca hierba

como abeja del polvo por sus

párpados. Yo no me rindo:

quiero vivir cada día en

guerra, como si fuera el último.

Mi corazón batalla contra el mar.



Estrofa al alba del 14 de septiembre de 1959

Soledades del cielo, las estrellas;

Los hombres, soledades de la tierra;

Nos separaban dioses, mas luchamos

hasta habitar un día entre los astros.



Otros poemas:


El regreso

El regreso para morir es grande.

(Lo dijo con su aventura el rey de Itaca.)

Mas amo el sol de mi patria,

el venado rojo que corre por los cerro,

y las nobles voces de la tarde que fueron

mi familia.

Mejor morir sin que nadie

lamente glorias matinales, lejos

del verano querido donde conocí dioses.

Todo para que mi imagen pasada

sea la última fábula de la casa.



Envío

No he podido olvidarte. He conseguido

que este inútil desorden de mis días

solitarios, concluya en las porfías

de un corazón que da cada latido

a tu memoria. En tu mundo abolido,

he luchado por ti contra las pías

obras de Dios. Cuanto ayer le exigías

será invención del hombre que ha nacido.

Tantas razones tuve para amarte

que en el rigor oscuro de perderte

quise que le sirviera todo el arte

a tu solo esplendor y así envolverte

en fábulas y hallarte y recobrarte

en la larga paciencia de la muerte.





Jorge Gaitán Durán (Pamplona, Norte de Santander, Colombia, 12 de febrero de 1924 - Antillas Francesas, 22 de junio de 1962). Poeta, crítico literario, ensayista y pensador de Norte de Santander. Estudió Derecho en la Universidad Nacional de Colombia. Cofundador de la reconocida revista Mito, que marcaría un antes y un después en la literatura colombiana. Conozca la Biografía de Jorge Gaitán Durán publicada por la enciclopedia cultural del Banco de la Republica.

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